EL HOMBRE REENCONTRADO

Estamos viviendo una etapa de regresión, una etapa aparentemente
incomprensible, en la cual el hombre y su misma constitución global e integra, están en juego, en franco retroceso. Me refiero a la repercusión del momento sobre el sentido que se le da a nuestra salud y en esencia la pérdida de naturalidad y de sensibilidad por la VIDA.

Estamos en una época totalmente dirigida y sencillamente lo entendemos y lo
asimilamos así. Caemos pues en el error, de querer ver en ello, una mayor protección y cuidados. Olvidando que debemos acrecentar nuestra salud de forma más natural, cultivándola de manera más naturalizada, COMO NOS ENSEÑA NUESTRA MADRE NATURALEZA, en cada momento y en cada acto de nuestras vidas.

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No es, ni mucho menos, necesaria tanta y tan continuada agresión a nuestro
cuerpo, siendo en la mayoría de casos, marcadamente errónea. Se hace necesario pues, poner en práctica y reestablecer nuestra sensatez, para volver a aproximarnos a una mayor higiene de vida, a un conocimiento del orden y del control creados por la propia naturaleza, ya que nosotros formamos parte de ella. La razón y la verdad del camino a seguir para el cuidado de la salud, tanto en fases previas a la aparición de las dolencias, como para su mantenimiento cuando éstas aparecen, emana de las fuentes y sabiduría de la propia naturaleza.

La sabiduría del hombre y el perfecto conocimiento de este SER SUPERIOR,
que todos tenemos, nos debe llevar al entendimiento de lo que es vida. Cada uno de nosotros debe acrecentar su salud con sus propios medios y los añadidos, si es necesario, por la naturaleza. Si este conocimiento humano llega afortunadamente a desarrollarse, se asentarán las bases para educar más y mejor para la salud, en modo coherente e integro; cuya consecuencia inmediata será una sociedad más feliz.

Una de las bases del propio conocimiento está en la OBSERVACIÓN de los
ciclos, ritmos, periodos y estaciones de la naturaleza. En el fondo no es más que una adaptación de cambio proporcionalmente periódico para permitir que plantas y animales, cumplan con su cometido.
Tal vez, el ciclo más reiteradamente alterado por parte del hombre, sea el de las 24 horas o también llamado ritmo circadiano, ya que continuamente cambiamos nuestros horarios, o bien nos desplazamos y viajamos. Como consecuencia se modifican los mecanismos de regulación, produciéndose lo que se conoce como el síndrome de adaptación.

Por ello, es necesario tener presente el conjunto de ritmos y periodos que la
naturaleza nos ofrece y que quedan enmarcados en nuestro entorno, formando parte de la vida y la vez del ser humano.
Como ejemplo, el ciclo del año con sus estaciones, equinoccios y solsticios,
influyen en nuestra vida. Durante las estaciones, el hombre se halla bien relacionado con el entorno, adaptando y conformando su actividad según la época que transcurra. La época del verano sobresale por una mayor cantidad de horas de luz, una mayor actividad de la tierra y un mayor acúmulo de energía y movimiento. Por el contrario, en invierno hay menor luz y más tiempo para el recogimiento.

El ciclo diario, en el cual hay también oscilaciones. Así por la mañana se
desarrolla más actividad. Por la tarde, la actividad es más moderada; teniendo que verse compensada con un buen reposo y descanso en la noche.
Así mismo, la influencia de los ciclos también afecta a nuestros órganos y
funciones. Por ejemplo, el aparato digestivo, aunque variable, alcanza su máxima expresión a las 16 horas. El circulatorio, sigue un ciclo funcional de aproximadamente cada 15 segundos. El respiratorio, de 3 segundos. El funcional cardiaco, de 1,2 segundos. También el ciclo de renovación celular se efectúa aproximadamente cada 7 años.

En la misma línea, mencionaré, el ciclo emocional, el físico y el intelectual, que
con el nombre de biorritmos son estudiados y clasificados a partir del momento del nacimiento.
El ritmo de las mareas, los ciclos de la enfermedad, los ciclos de producción de
alimentos y así un largo conjunto de funciones dirigidas a conservar y a restablecer el equilibrio propio de nuestra naturaleza.

Como conclusión, puedo afirmar que, el único remedio posible para nuestros
“males”, está en un conocimiento mucho más profundo de nosotros mismos.
Aprendiendo a adaptarnos más y mejor a nuestro entorno, a defendernos de él y a modificarlo equilibradamente, en caso que fuera necesario.

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