Hay que tener en cuenta que la piel debe tratarse como parte de un sistema global y que, por tanto, no se puede dejar de pensar en determinar cual es el principio del problema que se manifiesta en la piel. En efecto, la piel no es solamente un órgano por sí misma; la piel es el espejo del interior de la persona, lo cual se manifiesta, por ejemplo, con el sofoco de la piel tras una excitación, la aparición de sudores con el miedo o el erizado del vello. Cuando se produce un bloqueo de ciertos órganos, cuando el hígado, los riñones, los intestinos padecen deficiencias, se constatan a menudo problemas a nivel de la piel.
Si se pretende atacar solamente a nivel local mediante una intervención artificial, se corre el riesgo, en la mayor parte de los casos, de provocar una transferencia del problema hacia otros órganos internos, por ejemplo, diarreas, problemas respiratorios o del hígado.
La piel, órgano que recubre el cuerpo y cuya superficie es de 1,5 á 2 metros cuadrados, figurando entre sus principales funciones las de respiración (transpiración), la protección (defensa externa) y la regulación de la temperatura corporal.
La capa más externa de la piel, llamada epidermis, guarda relación directa con el sistema nervioso central, ya que ambos se desarrollan conjuntamente del mismo germen. Por tanto, hay que entender la piel como un órgano de los sentidos, que reacciona ante cualquier estímulo sensorial, como el contacto, el placer, el dolor, el calor o el FRÍO…
Se evidencia pues, que las relaciones que existen entre la piel, con los órganos y con las funciones internas, especialmente las del meridiano de pulmón, justifican la aplicación de los remedios naturales, que limpian y restauran el hígado, los riñones, los intestinos y tonifican los pulmones, junto también, con su actuación sobre el sistema nervioso.
Vitamina A:
Diversos estudios han concluido que la vitamina A tiene gran valor en la mejora de la calidad de la piel, especialmente útil en la sequedad de ésta.
Vitamina C:
Especialmente útil para problemas de piel que cursan con infección, ya que puede ayudar a reducir la necesidad de antibióticos.
Vitamina E, Selenio y Zinc:
Se ha constatado que un déficit, causado por diversos motivos, de estos o alguno de estos nutrientes ocasiona diversos trastornos en la piel.
FITOTERAPIA PARA CUIDAR LA PIEL.
Cicatrizantes:
Los bálsamos del Perú o de Benjuí, el aceite de hipérico o la centella asiática, se han venido utilizando como cicatrizantes de la piel.
Queratolíticas:
Son plantas extremadamente irritantes y se utilizan para pequeñas superficies como las callosidades y las verrugas.
Demulgentes y antiinflamatorias:
Muchas de ellas son ricas en los llamados mucílagos, unas sustancias que al formar una capa protectora sobre la piel, ayudan a hidratarla y a reducir la inflamación. Son muy útiles las flores de malva y de malvavisco.
Hidratantes y emolientes:
Aparte de las que ya acabo de comentar como la malva y el malvavisco, se pueden citar en este grupo: el jugo de pepino, el jugo de frambuesa, el jugo de arándanos, el jugo de melón o el aloe vera.
Astringentes y vasoconstrictoras:
Las plantan astringentes se llaman así porque su acción se basa en reducir la secreción grasa de la piel. Se encuadran en este grupo, entre otras: los pétalos de rosa, el hamamelis o la corteza de roble.
Sudoríficas y antisudoríficas:
Ciertas plantas como las flores de saúco tienen una acción estimulante de la sudoración. En el lado opuesto, tenemos la salvia, que tiene una actividad antisudorífica, posiblemente debido a una acción de tipo hormonal en el organismo.
Antiarrugas:
Desgraciadamente no hay un remedio maravilloso para las arrugas, pero sí una serie de productos cosméticos naturales de gran utilidad. Tenemos por ejemplo el aceite de onagra, el de borraja, el de aguacate. También es recomendable la raíz de ginseng o la soja, que es rica es proteínas que nutren la piel y el colágeno, aumentando su elasticidad y, por ello, reduciendo las arrugas.
Rubefacientes:
Este tipo de plantas, por ejemplo la mostaza, producen irritación y enrojecimiento de la piel. Por lo tanto, su mal uso se desaconseja.
Anticelulíticos:
Tenemos algas como el fucus y las laminarias, la hiedra o el rusco. También son útiles, en aplicaciones externas, las plantas ricas en cafeína.
Blanqueadores:
Por último citaré un remedio tan sencillo y al mismo tiempo efectivo, como es el jugo de limón.