LA CURA POR LA TIERRA

La tierra tiene grandes virtudes biológicas tan saludables como desconocidas. Contiene un gran caudal de energía y magnetismo, que influye decisivamente sobre la circulación nerviosa y sanguínea de nuestro organismo. Es útil, por consiguiente, ponernos en contacto directo con la tierra, bien caminando descalzos, tumbándose en ella o aplicándola en forma de emplastos sobre nuestra piel.

El ser humano tiene como punto de apoyo y acción la superficie de la Tierra. En pie, caminando, sentado o tumbado, deberá mantener el contacto con ella. Caminando con la cabeza descubierta y los pies desnudos, el organismo sirve de conductor entre la electricidad negativa de la Tierra y la positiva de la atmósfera que, al circular y condensarse pone en acción el potencial electromagnético (par biomagnético), evitando el estancamiento de los importantes procesos circulatorios y nutritivos.

La arcilla se ha venido utilizando desde muy antiguo para tratar múltiples afecciones. Remedios que debemos conocer y utilizar para beneficiarnos de sus poderes curativos.

Estos poderes que fueron utilizados por los hombres desde tiempos remotos, quedaron en el olvido en esta era de cientifismo exclusivista, en que la evolución y el desarrollo nos han hecho olvidar los remedios que nos ofrece la Naturaleza, de manera espontánea y natural desde el principio de los tiempos.

El conocimiento del uso de la arcilla se remonta dos siglos antes de Cristo en los manuscritos de Dioscorides, en la Edad Media los escritos del abad Kneipp y en la actualidad, científicos de la categoría del profesor Laborde Graese, de la facultad de farmacia en Estrasburgo, corroboran estas propiedades beneficiosas para nuestra salud.

La arcilla de uso interno, se utiliza generalmente la de color rojo. Este color rojo de la arcilla se lo confiere su alto contenido en sustancias derivadas del hierro. Tiene un gran poder purificador, cicatrizante y vitalizador sobre ciertas lesiones internas, merced a las correcciones funcionales que determina y, actúa también, en caso necesario, como regulador del intestino. Impide el desarrollo de bacterias patógenas. Estimula la radioactividad de los cuerpos sobre los que se aplica si ésta es deficitaria, o la neutraliza y absorbe si es excesiva. Posee capacidad de absorción, captando, neutralizando y eliminando tanto sustancias no utilizadas de los alimentos como aquellas otras de carácter tóxico. Actúa como un poderoso agente de estimulación, transformación y transmisión de energía, limpia y enriquece la sangre, estimula el órgano deficiente y contribuye al restablecimiento de la función que falla.

 

Aplicaciones principales:

            Las aplicaciones de la arcilla para uso interno son múltiples, pudiéndose citar a modo de resumen, las siguientes: diarreas, gastritis, piedras de vesícula, retención de orina, problemas gastrointestinales, problemas linfáticos, acné, forúnculos, depuración general de la sangre, nervios, tics, espasmos y arenillas renales.

 

Dentro de la composición de la arcilla, interesa destacar sobre todo su contenido en sales minerales, por su efecto beneficioso sobre el aparato digestivo.

 

A nivel del estómago:

            Las sales minerales de aluminio contrarrestan y neutralizan el efecto del exceso de ácido estomacal, por lo que actúa fundamentalmente como un antiácido de acción local.

Las sales de magnesio poseen propiedades semejantes, neutralizan también el exceso de acidez gástrica.

Las sales de silicio proporcionan una capa adherente sobre el estómago, proporcionándole así una acción protectora sobre éste.

 

A nivel del intestino:

            Los compuestos de aluminio, magnesio y silicio eliminan toxinas bacterianas, productos de putrefacción y tóxicos alimenticios.

 

A nivel externo se utiliza principalmente la arcilla de color verde. Las aplicaciones son numerosísimas, pudiéndose citar entre otras: anginas, asma, bronquitis, quemaduras, gota, reuma, artritis, artrosis, varices, menstruaciones irregulares y problemas menstruales en general, hemorroides, traumatismos, etc.

En uso externo se usa para la preparación de barros o pastas para cataplasmas, compresas o emplastos, fríos, tibios o calientes, según la necesidad que requiera su aplicación.

 

¿Cómo se hace un emplasto de arcilla? La arcilla debe siempre amasarse en un recipiente que no sea de metal o de plástico, con agua pura o con una tisana apropiada a la dolencia que se pretende tratar, para así potenciar los efectos propios de la arcilla. Para alguna práctica también puede amasarse con vinagre.

Los emplastos pueden aplicarse con una simple pintada en la piel o hasta poner dos centímetros de espesor de arcilla.

También se puede aplicar en baños, polvos y mascarillas de belleza.

La duración de las aplicaciones puede variar de una a dos horas y en muchos casos durante toda la noche.

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